Prometía el día
quemaba mi pecho
el sol en la ventana.
Poco a poco
tiempo a tiempo
ese pozo vacio
en penumbra
me llamó.
Susurraba mi nombre
cualquiera de tantos
algunos olvidados
otros presentes.
Asomé sin voluntad
esternón y costillas
ahogando
de visita con tarjeta
maldito dolor.
La oquedad insondable
persigue con determinación
la mínima soledad
en el eco de su voz.
Fin del dia
atrevida la noche
sólo le quedó
confesar la vileza
y de nuevo embaucar.
Aguardaré sentada
en mi ventana
al lozano sol
y a que el hoyo desbordado
calme mi sed.
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