Se debieron terminar los lamentos
en un cubo vacio,
alli los tiré.
Inicié de nuevo
la cuerda del reloj
eterno,
cerré la cancela,
y olvidaré
la llave en cualquier cajón,
andaré sobre mis pasos
en el bulevar tardío,
rozando con los dedos
el reflejo de mi luna,
esa que observaba
nuestra ternura,
y ahora dime
como hago
para la partida.
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